jueves, 11 de diciembre de 2008

(Fragmento de "Conversaciones con Helmholtz", de Woody Allen)

5 de abril. : Al llegar, encontré a Helmholtz practicando en su violín. (Es un maravilloso violinista aficionado, aunque no puede leer un pentagrama y sólo puede tocar una nota.) Una vez más, Helmholtz evocó algunos problemas de los comienzos del psicoanálisis.

—Todo el mundo quería quedar bien con Freud. Rank sentía celos de Jones. Jones envidiaba a Brill. Brill se sentía tan molesto por la presencia de Adler que le escondió el sombrero color ratón. En cierta ocasión, Freud tema unos caramelos de miel del bolsillo y ofreció algunos a Jung. Rank se enfureció. Se quejó conmigo de que Freud favorecía a Jung. Especialmente en la distribución de los caramelos. (...)

Años más tarde, Rank mencionó el incidente mientras paseábamos en coche por los Alpes. Le recordé la idiotez de su comportamiento en aquel tiempo y él admitió que había actuado bajo el efecto de una gran depresión debido a que su nombre, Otto, se escribía del mismo modo para adelante que para atrás.» (...)

Más tarde, en la sala, Helmholtz y yo nos relajamos fumando puros. Helmholtz olvidó encender su puro, pero aspiraba con tanta fuerza que el puro disminuyó igual.). Conversamos sobre algunos de los casos más celebrados del Maestro.
—Tuve a un tal Joachim B. Un hombre de unos cuarenta años que no podía entrar en una habitación donde hubiera un violoncello. Lo más grave era que, una vez en el interior de una habitación con el violoncello, no podía retirarse a menos que se lo pidiera un Rothschild. Además, Joachim B. tartamudeaba. Pero no cuando hablaba. Sólo cuando escribía. Sí, por ejemplo, escribía la palabra «por», en la carta aparecía «p-p-p-p-por». Se le hacían muchas bromas respecto a este impedimento, y una vez intentó suicidarse por asfixia con una crêpe. Lo curé con hipnosis y le fue posible llevar una vida normal, saludable, aunque, años más tarde, le entraron ciertas fantasías: por ejemplo, la de encontrarse con un caballo que le aconsejaba estudiar arquitectura.

Helmholtz habló del famoso violador V., quien, en una época, aterrorizó a todo Londres:
—Un caso muy extraño de perversión. Tenía regularmente una visión sexual en la que era humillado por un grupo de antropólogos que le obligaban a caminar con las piernas arqueadas, lo que, según confesó, le producía un inmenso placer sexual. Recordaba que, cuando niño, había sorprendido a la ama de llaves de sus padres, una mujer de dudosa moral, besando un ramo de berros, lo cual le pareció erótico. Cuando adolescente, fue castigado por haberle barnizado la cabeza a su hermano, aunque su padre, pintor de oficio, se enfadó aún más por el hecho de que no le hubiera pasado una segunda mano.
»V. atacó a su primera mujer cuando tenía dieciocho años y, a continuación, violó media docena a la semana durante años. Lo más que pude hacer por él fue substituir sus tendencias agresivas por un hábito; a partir de entonces, cuando encontraba por casualidad a una mujer desprevenida, en vez de atacarla, sacaba de su chaqueta un inmenso pez y se lo mostraba. Si bien esta visión causaba una cierta consternación en algunas, las mujeres no eran objeto de ninguna violencia y algunas confesaron que sus vidas habían sido inmensamente enriquecidas por la experiencia.»